Y esto de reivindicar mi hombría debe quedar muy claro desde ahora, sin importar el hecho de que tal claridad le amargue las pelotas a más de una feminista. Estoy absolutamente anclado a mi sexo, como un tronco a sus raíces. Sólo me gustan las mujeres, no lo femenino, sustancia que según los teóricos suele encontrarse hasta en la yerbabuena. Yo no aspiro a disfrutar de lo femenino, deseo a una mujer de piel muy lisa, pies suaves y estómago tibio.
G. Fadanelli.
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