lunes, 27 de diciembre de 2010

Historia inconclusa II

Eran los días de la caída de Assange, ya de suyo sombríos: incluso el cielo, en forma de eclipse, lanzaba su difusa advertencia. Sombrío era también mi ánimo, con la proximidad de la bancarrota y un persistente tufillo a futuro cancelado. En ese escenario me puse a quererla, creyendo que podría montar un idilio rosa en gris sobre gris. Ella taladraba el cascarón mientras yo buscaba angustiado una manera de volver a entrar. En la manera de afrontar la vida, como en otros terrenos más sutiles, afloraban nuestras diferencias. Ella las pasaba por alto mediante elegantes mecanismos de negación. A final de cuentas, decía, éramos demasiado parecidos para estar juntos. Yo sencillamente sonreía. Convencerla de nuestras diferencias no aparecería el deseo.

Propio de mí, me presenté ofreciéndole un trago. Ella marcó la pauta de nuestra relación aceptándolo y dejando que se calentara en su mano para finalmente abandonarlo discretamente camino al tocador. Siempre encontraba el camino más retorcido para decir "no", pero sus negativas sólo fortalecían mi convicción de que estaba ante un ser único. ¿Dónde encontraría alguien que me mandara al carajo con tal sofisticación? Pero esa noche en que nos presentamos no tuvo ocasión de mostrar su habilidad de retorcer el lenguaje. Sólo small talking y un poco de fingimiento, sin demasiada afectación. ¿Para qué? Se dejaba rellenar los vasos y me reía las bromas, ignorante de que iba llegando al fondo de mi repertorio. Menos mal que se retiró temprano. Y menos mal que los amigos, así como uno que otro gorrón, me arrancaban los vasos de las manos. Ella se ahorró, sin saber, un silencio incómodo y, quizá, una escenita.

De entonces, tópicos: buscaba las excusas más tontas para encontrármela.


martes, 14 de diciembre de 2010

De la relatividad.

Llevaba diez días sin hablar con mi padre. Me di cuenta porque abrí el registro de mi celular para buscar su número. Llevo cuatro días sin hablar contigo. Me doy cuenta porque abro la boca y me sigue costando respirar.

Confesión.


Quiero tapizar con mis poemas
mi cuarto más pequeño.
Sus cuatro paredes, estrechamente atadas,
deben divulgar lo que, amor mío,
te he callado engorrosamente.

G. Grass

jueves, 9 de diciembre de 2010

De cómo me peleé con los griegos.

Premisa mayor: el verdadero deseo sólo puede surgir como afinidad.

Premisa menor: el deseo que siento hacia ella es verdadero.

Conclusión: ella me desea.

Así, su "no" me hizo perder para siempre mi fe en los griegos.

Superación personal.

Ya sé que hay pocas cosas peores que el discurso motivacional, pero pienso que por puro instinto de supervivencia es recomendable encontrar los saldos positivos de nuestros fracasos. Del penúltimo de los míos saqué el gusto por Tori Amos y un tono personalizado para mi celular. Del último aún no estoy seguro, pero parece que fue la doble -y sólo en apariencia contradictoria- lección de hablar claro y mantener mi boca cerrada.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Drama.

Se ha despedido de mí sin decirme alguna cosa urgente. Pienso en las ramificaciones de su silencio, pero no logro conectar el fin del mundo con el hecho de que haya decidido pasar por alto mi último exabrupto. Se despide de mi mejor amigo, clonando los movimientos que hace 10 segundos practicara sobre mí. Es pequeña -tanto, que si no fuera tan hermosa y su cuerpo no cortara la respiración de más de un colega, resultaría ridícula-, así que apoya todo su cuerpo sobre las puntas de sus pies y tensa su espalda de una manera que ¿involuntariamente? respinga su culo hasta tal punto que desata una competencia tácita entre los jefes de departamento que estamos presentes sobre quién la invitará a la conferencia en Hamburgo. Decido que ha llegado el momento de poner la bota sobre el tablero y lanzo una mirada circular que les hace saber a todos que pondrían en riesgo un voto crucial en la siguiente sesión del consejo si se atrevieran a la más mínima insinuación. Así, por mucho que le pese a ella, no le queda sino una elección, no puede seguir haciéndose tonta conmigo. Sé que mi figura le genera una repulsión incontrolable, pero a la siguiente mañana adivina la situación en que la he puesto en la mirada –o, mejor dicho, en la evasión de tal mirada- que encuentra en cada superior y al cruzar sus ojos con los míos sonríe coquetamente, acusando recibo de mi jugada. Pienso durante un segundo en mi esposa, pero la culpa ni siquiera llega a condensar en mi conciencia ante la evidencia de que todos los miembros del consejo somos casados. Le devuelvo la sonrisa, indicándole la nueva sumisión a que se encuentra adscrita. Sé que todos hemos llegado hasta aquí justamente buscando este tipo de ventajas. A la mañana siguiente, presento mi renuncia y uso las amistades que me quedan para colocarme fuera del país. Seis meses después recibo por paquetería una invitación a su boda. Unas casi etéreas bragas acompañan el sobre manila cuidadosamente envuelto en plástico burbuja.

lunes, 15 de noviembre de 2010

El "yo" es el saldo -siempre provisional- de la guerra entre el "ello" y el "super yo". Guerra compuesta de una sucesión de batallas que no encuentran tregua ni armisticio sino en nuestra muerte, y que tiene en común con la lucha de clases el ser una lucha de suma-cero. Así, toda ganancia libidinal que obtenga nuestro "ello" será siempre arrancada a los imperativos tiránicos del "super yo". Claro, y viceversa.

Sin embargo, en ciertas estructuras psíquicas, este esquema de suma-cero se ve llevado hacia una una configuración del tipo pierde-pierde, en la que reprimir una pulsión del "ello" redunda en insatisfacción del "super yo" por supuesto, sin que esto lleve como corolario el que la satisfacción de uno lo sea también del otro. A este tipo de estructura psíquica se le llama, en términos psicoanalíticos, "estar jodido".

miércoles, 10 de noviembre de 2010

He creído en todos mis amigos y he creído en todas las mujeres que me han arrancado una erección, una sonrisa, un poema. Y todos me han hecho mierda, porque sólo yo no sé mentir, porque sólo yo me abro absurdamente y hago poesía para los amigos que quise que me entendieran, para las mujeres en cuyo aliento quise encontrar deseo.

sábado, 3 de julio de 2010

La estructura de lo posible.


La mujer de mis sueños se metió en mi cama con la sola condición de que yo no podía entrar con ella. Era ínfima, castaña, y tenía una lengua más larga que sus piernas. No me pareció un mal trato. Era más de lo que podía pedir después de un torpe lance de conquista en el que el único estremecido fue su novio. Eso me debió indicar que algo estaba haciendo tremendamente mal. Pero no puedo dejar de anotarme como punto a favor la mandíbula desencajada del wey al enterarse de que yo no le era indiferente a ella --porque fue de lo único que se enteró. Ser el instrumento de la mujer de mis sueños para dar patadas bajo la mesa al hombre de los suyos no me dejaba muy bien parado, pero eso no parecía ser tan patético como mantenerme on-line esperando un correo suyo. Que nunca llegó.

Al menos, su olor permanece ahí después de seis meses, aunque la apariencia de la sábana deja mucho que desear: entre la falta de lavado y las desgarraduras que le inflinjo tratando de exprimir los últimos rastros de su aroma, presenta ya un aspecto lamentable. LLevamos ya tanto tiempo sin vernos como mi sábana sin conocer al jabón. Por mucho asco que a veces me dé mi ropa de cama, la perspectiva de poner pie en el suelo es aterradora. He derramado tanto semen que las hormigas ya han copado cada grieta. Mi cama es un témpano que flota, cada vez más reducido, entre un mar rojo de ácido fórmico.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Amor mío, ya que te niegas a robarme, todo indica que derrocharé mi herencia en vermouth...

sábado, 24 de abril de 2010

La sección (agri)cultural.

Esta vez les pongo un fragmento de un tango prodigioso, "Alma en pena". Recomiendo ampliamente oirlo en http://www.youtube.com/watch?v=FzFLLVvBdgc.

Alma... que en pena vas errando,
acércate a su puerta
suplícale llorando:
Oye... perdona si te pido
mendrugos del olvido
que alegre te hace ser...

¡Tú me enseñaste a querer y he sabido!
Y haberlo aprendido
de amores me mata...
Y yo que voy aprendiendo hasta a odiarte,
tan sólo a olvidarte
no puedo aprender.

La tira de la semana.

En estos momentos me siento enamorado y vulnerable, así que no pude evitar poner al Caballo Negro, que será recordado por nuestros viejos lectores. http://caballonegro.cn/

The dreamers.

Eres pequeña, hermosa y absurda. Eres deliciosamente frágil y temes al ridículo casi tanto como yo. ¿Será que eres tímida o tú también tendrás un ego tan hipertrófico que no resiste la más mínima tensión? Sólo por no darte el gusto de mandarme al carajo, nunca te dije que me gustabas. ¿Dije "gustar"? En realidad, debería decir que estaba obsesionado contigo. Si te sirve de desconsuelo, la obsesividad es el principal rasgo de lo que, con cierta indulgencia, podría llamarse mi "carácter". Henos aquí, con tus brazos tan delgados que casi hacen fracasar nuestro amor. Menos mal que un hombre como yo siempre tiene un Plan B.Tuve que aprender a hacer nudos en esas exquisitas muñecas de las que las esposas simplemente resbalaban. Tienes el cinismo de preguntar por qué, como si no supieras que nunca me habrías dicho que sí por las buenas. Tranquila. En unos años te estarás riendo de todo esto.

lunes, 5 de abril de 2010

Buena disposición.

Entro a la cocina, esperanzado de encontrar alguna sobra. Estoy dispuesto a exprimir hasta la última gota de lo que quede, pero parece que ayer estuve igual de dispuesto. Sacudo la cabeza y voy a calzarme, pues habrá que salir, Me pongo los huaraches, resignado a caminar con lo que quede de suela. ¿Dónde perdí los tenis? Bajo las escaleras y saludo a la casera, quitándole 40 años con la mirada. Ni así. Arrastrándome, llego a la vinatería y compro un Passport, dispuesto a abrir la garganta y hacer como si fuera un Johnnie. Regreso satisfecho y logro el milagro de la transmutación de los Pedregales: Santo Domingo se torna San Ángel. Eso no es una verdulería, sino un Starbucks; esto que casi me atropella no es chevy tuneado, sino Jaguar. Llego a casa y la mugre sigue siendo mugre, pero estoy dispuesto a pasarla por alto. Al quinto vaso ya estoy incluso dispuesto a buscarte en todos los ojos, a amarte en todos los cuerpos, pellizcar tu culo en todos los culos. ¿Por qué no, si hace meses que en cada mujer encuentro reliquias tuyas? Apuro unos cuantos vasos más y me voy a fingir que doy clase. Ojalá los muchachos estén tan dispuestos como yo.

jueves, 18 de marzo de 2010

La Sección (agri)Cultural.


Sentar cabeza.


La raza blanca la raza negra la raza roja la raza
amarilla:
yo sólo conozco la raza violeta y la raza verde y la
raza de tu lengua que descifra el agua y el fuego
Seré rico —tú sabes— con la miseria y el hambre
que hace correr los ríos
rico de errores de desollado y de piedra sobre la cabeza
rico como la paciencia y la piedad puestas al rojo

Y yo no tengo misión ni familia ni otra dialéctica
que esos conjuros mortales donde se deshace la
espuma de los grandes escrúpulos

Pero obstinado siempre en el furor de un mundo
que silba como una sirena en fuga
por cada beso hacia el alma
por cada boca con el plan de las cantáridas
por cada latido que se precipita y estalla bajo el
cauterio de la tormenta

Seré rico —amor mío— bajo las patas de los
caballos, estrangulado por una contracción
de la noche sobre el oleaje
desvalijado por la noche del mar y la rapiña de las
caricias
rico hasta la locura como un intruso inconfesable
en todas las situaciones de la pereza y en los
lugares desiertos de la sangre
donde hay crueldad extravío poder
promesas incumplidas por el cielo.


Enrique Molina.

Métodos de ligue.


Hoy fui testigo-víctima de una nueva técnica de ligue, ligeramente --aunque tampoco tanto-- más sutil que meter un embudo en la boca de alguien y empujarle una botella de ron por la garganta. Se trata del "ligue por mareo". Simple. La chica, que debe pesar (o esa fue mi experiencia) más de noventa kilos, se pone un perfume en cantidad inversamente proporcional a su calidad, con el resultado de que cualquier mamífero que entre en su radio de acción queda aturdido durante el tiempo suficiente para inmovilizarlo con sus manopezuñas de a kilo. Las consecuencias las omito para salvaguarda de mi honor.

La tira de la semana.



Las mazorcas de Rubén Fernández.

Nunca con una menor.

Un nuevo relato del Dr. Bauer. Es una parida que tomó su tiempo, aunque ciertamente fue escrito en intermitencias. Ya sé que tiene unas costuras espantosas, pero espero lo hallen disfrutable.

Nunca en mi vida me acosté con una menor, ni siquiera cuando yo mismo lo era. Quizá sea por eso que las mujeres de apariencia juvenil —casi impúbermente juvenil— siempre ejercieron sobre mí una fascinación irrefrenable.

No se piense que con las mayores tuve un éxito reseñable, pero tampoco es que esto me afectara demasiado: nunca fueron sino tristes premios de consolación.

La práctica totalidad de mi vida profesional ha estado dedicada al ejercicio del magisterio. Pese a lo que podrían creer, esto no hizo de mí un hombre en perpetua precariedad financiera. Por el contrario, dos otres golpes de fortuna y la continua sobrestimación de mis aptitudes por parte de mis superiores, me dieron una existencia holgada.

Por supuesto, esta elección vocacional trajo consecuencias notorias en otros aspectos de mi vida. Las cosas se fueron poniendo más interesantes con el paso de los años. Al principio, mis alumnas y yo éramos casi contemporáneos, sólo el título nos separaba. Ahora, tendría uno que ser muy indulgente con mis arrugas para tomarlas por mis hijas.

En este punto es donde las cosas se ponen prístinamente freudianas. Voy a hablarles de mi padre. Él pasó los últimos cuarenta años de su vida sobre una cátedra, cumpliendo cabalmente con la imagen que se están haciendo de un profesor de bachillerato. Dependía de los demás, como los demás dependían de él: la solidaridad de los pobres. En setenta años, estrenó tres automóviles. A cambio, tuvo un éxito imperecedero con las mujeres. No sólo con sus alumnas. Era guapo. De lo único que no logró convencerlas fue de casarse con él.

Pero en casa nunca hubo una botella de whisky; mi padre murió sin saber cómo se anudaba una corbata. El día que tomé mi primer avión tuve una intuición, devenida en revelación al instante en que el vermouth tocó mis labios por primera vez: yo no sería él.

Esta decisión, que al principio me dotó de loft y auto alemán, tuvo una consecuencia insospechada: un brutal superyó me prohibió terminantemente acostarme con mis alumnas, aun si ellas lo buscaban. Y así mi vida se convirtió en un calvario de impotencia selectiva, teniendo a mano todo lo que pudiera desear, pero impedido a tomarlo.

Viví el desdibujamiento de todo cuanto había construido, los bordes de mi ego se tornaron borrosos. El auto ya no era símbolo de status, la casa —pues, obviamente, me había mudado a un barrio residencial— ya no reflejaba la muerte de mi padre. Un día miré hacia mi vaso y no entendí el significado de un etiqueta verde. Estaba perdido. Empezaba a darme cuenta —tarde, muy tarde— de que quizá la autarquía no sería sostenible. Volví a salir. Hablaba con la gente, aún si no tenía posdoctorado. Asistí a las fiestas de mis colegas.

Ahí estás tú, tan tú que no puedo explicarme tu existencia sino como una chaqueta de Dios padre. ¿De dónde, si no, saliste? No de tu padre, ese mediocre y fofo investigador. No de la morsa de tu madre. Sonríes. Todo mundo está tan puesto que apenas puede con su propia cubeta de mareo. Cruzas la pierna. Tu padre sube las escaleras con la secretaria del Instituto. Apuras la cuba de un trago, glu-glu-glu. Tu madre corre llorando a la cocina. ¿Por qué no?

viernes, 19 de febrero de 2010

No eres tú, tampoco yo.

Amor mío, nos han cancelado el programa. Dijeron que estamos pasados de moda. Que el público ya está aburrido de amores idílicos y pornografía casera. No somos ni tú ni yo, dice el informe del Rating. Pero parece ser que ni mi barriga ni tu celulitis --mucho menos, mi neurosis y tu indolencia--, encarnan la imagen de la juventud que la productora quisiera proyectar. Resulta también que nos sobreactuamos. Ya nadie se cree eso de una pareja fornicando todo el día, o eso me dijeron. Que no todo está perdido, eso también me dijeron. Buscarán la manera —tengo su palabra— de darnos un espacio en la temporada de repeticiones. No, no será en horario triple A. Te juro que no dejaré de quererte, aunque las encuestas me señalen como un ridículo. Voy a estar contigo para siempre. Si no resulta esto de los seriales, probaremos en un programa de variedades. No llores, no te pongas así. Ya verás, al final reconocerán nuestro talento. El retro nunca pasa de moda. En treinta años, seremos estrellas.

Ya sé que es trampa publicar cosas tan viejas, pero de verdad me da pena tener el blog tan vacío.

La Sección (agri) Cultural.


Comunión plenaria

Los nervios se me adhieren
al barro, a las paredes,
abrazan los ramajes,
penetran en la tierra,
se esparcen por el aire,
hasta alcanzar el cielo.

El mármol, los caballos
tienen mis propias venas.
Cualquier dolor lastima
mi carne, mi esqueleto.
¡Las veces que me he muerto
al ver matar un toro!...

Si diviso una nube
debo emprender el vuelo.
Si una mujer se acuesta
yo me acuesto con ella.
Cuántas veces me he dicho:
¿Seré yo esa piedra?

Nunca sigo un cadáver
sin quedarme a su lado.
Cuando ponen un huevo,
yo también cacareo.
Basta que alguien me piense
para ser un recuerdo.

Oliverio Girondo

¿Ooootra vez argentinos? Ps sí. Como el Dr. Bauer dice siempre, a los cabrones no les bastó con tener la mejor carne, las mejores chicas, el tango, el vino, el Río de la Plata, el mate y al buen Juan Domingo. No. Además, tenían que presumirnos a su pléyade de escritores geniales. Agrandados.
PRÓXIMAMENTE NUEVA SECCIÓN

Todo lo que siempre quisiste saber sobre la vida (y Paulo Coelho no te supo responder)

ADEMÁS

El Dr. Bauer se compromete a poner un nuevo post antes del lunes y a (ahora sí) publicar la primera parte de su respuesta a la pregunta ¿cómo se debe vivir? (peccata minuta).

No pierdan la fe en este blog, sólo necesito que alguna (otra) chica me mande al carajo de forma ostensible para volverlo a poner en forma.

La tira de la semana.

Ajá, nueva tira. Esta vez, son las Mazorcas de Rubén Hérnandez. Espero les gusten.

Lo que no me atreví a poner el el face.

My mistake. I never thought that I could get you easily, but I was sure that, at least, you would find me interesting. Obviously, my ego cheated me. And yes, I hate to think in english when depressed. And I hate even more this need to shout it.

miércoles, 6 de enero de 2010

La tira de la semana.


1 Millón de Monos con Máquinas de Escribir, por Defriki

La Sección (agri)Cultural.


Y esto de reivindicar mi hombría debe quedar muy claro desde ahora, sin importar el hecho de que tal claridad le amargue las pelotas a más de una feminista. Estoy absolutamente anclado a mi sexo, como un tronco a sus raíces. Sólo me gustan las mujeres, no lo femenino, sustancia que según los teóricos suele encontrarse hasta en la yerbabuena. Yo no aspiro a disfrutar de lo femenino, deseo a una mujer de piel muy lisa, pies suaves y estómago tibio.

G. Fadanelli.

El poder del viento.


Mueve turbinas...



... y tira camiones.




Fotografías tomadas por el Dr. Bauer en La ventosa, Oaxaca.