Comunión plenaria | |
Los nervios se me adhieren | |
al barro, a las paredes, | |
abrazan los ramajes, | |
penetran en la tierra, | |
se esparcen por el aire, | |
hasta alcanz | |
El mármol, los caballos | |
tienen mis propias venas. | |
Cualquier dolor lastima | |
mi carne, mi esqueleto. | |
¡Las veces que me he muerto | |
al ver matar un toro!... | |
Si diviso una nube | |
debo emprender el vuelo. | |
Si una mujer se acuesta | |
yo me acuesto con ella. | |
Cuántas veces me he dicho: | |
¿Seré yo esa piedra? | |
Nunca sigo un cadáver | |
sin quedarme a su lado. | |
Cuando ponen un huevo, | |
yo también cacareo. | |
Basta que alguien me piense | |
para ser un recuerdo. Oliverio Girondo |
¿Ooootra vez argentinos? Ps sí. Como el Dr. Bauer dice siempre, a los cabrones no les bastó con tener la mejor carne, las mejores chicas, el tango, el vino, el Río de la Plata, el mate y al buen Juan Domingo. No. Además, tenían que presumirnos a su pléyade de escritores geniales. Agrandados.
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