Entro a la cocina, esperanzado de encontrar alguna sobra. Estoy dispuesto a exprimir hasta la última gota de lo que quede, pero parece que ayer estuve igual de dispuesto. Sacudo la cabeza y voy a calzarme, pues habrá que salir, Me pongo los huaraches, resignado a caminar con lo que quede de suela. ¿Dónde perdí los tenis? Bajo las escaleras y saludo a la casera, quitándole 40 años con la mirada. Ni así. Arrastrándome, llego a la vinatería y compro un Passport, dispuesto a abrir la garganta y hacer como si fuera un Johnnie. Regreso satisfecho y logro el milagro de la transmutación de los Pedregales: Santo Domingo se torna San Ángel. Eso no es una verdulería, sino un Starbucks; esto que casi me atropella no es chevy tuneado, sino Jaguar. Llego a casa y la mugre sigue siendo mugre, pero estoy dispuesto a pasarla por alto. Al quinto vaso ya estoy incluso dispuesto a buscarte en todos los ojos, a amarte en todos los cuerpos, pellizcar tu culo en todos los culos. ¿Por qué no, si hace meses que en cada mujer encuentro reliquias tuyas? Apuro unos cuantos vasos más y me voy a fingir que doy clase. Ojalá los muchachos estén tan dispuestos como yo.