Adiós.
Porque no hay manera de deducir que me deseas.
Porque la esperanza, más que inútil, es contraproducente.
Porque el verso se me ha muerto en una rima.
Porque tu nombre ya no me dice "pasa".
Adiós.
Yo,
amante confeso de los absolutos,
de los imponderables,
no sirvo para este mundo
que todo lo relativiza
lo degrada,
donde nada puede ser sino
a según.
Mis amigos,
se acercan a mí y dicen exhortan:
- Haz algo, haz algo. Protesta. ¿Irás a la marcha? ¿Estarás ahí?
Me miro las manos y pienso, triste,
pero tranquilo
- Queridos amigos, si no puedo convencer
a una mujer de yacer
conmigo
¿con qué oratoria puedo persuadir al escorpión
para que deje de matar?